Qué es la vida...
Hace mucho escuché a un amigo que decía: "La vida es lo que te pasa entre sueldo y sueldo"
Me reí con ganas. Yo aún estudiaba y no sabía lo que era pagar cuentas, mantener una casa, pagar colegio, materiales, locomoción y todo lo que implica ser dueña de casa y mamá.
Cuando Tomás nació, soñaba con ser la súper mamá. Esa que te entiende en todo, que tiene paciencia infinita y que puede transformarse en pizza en mitad de la noche si con eso consigue que su hijo esté feliz o deje de llorar.
El tiempo pasó, tuve mi casa, un hijo y las palabras de mi amigo cobraron sentido.
Hoy me doy cuenta que muchas veces estoy contando los días que faltan para que depositen y me organizo en base a las semanas que tengo para gastar.
Que horror...
De la súper mamá quedan muchas ganas. Los fines de semana no descanso nada por estar haciendo cosas en la casa y tratando de compartir con mi hijo, pero la paciencia infinita es una quimera y muchas veces no soy capaz de entender porqué Tomás funciona de una u otra forma.
Tampoco soy la esposa perfecta. Esa de comercial que sonríe eternamente y que tiene su casa impecable y ordenada.
Mi casa luce casi siempre como si algo hubiera explotado dentro o como si un huracán hubiese pasado dejando un desastre a su paso. Y trabajo montones para que no se vea así, pero no siempre me funciona.
La vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo...
Cuántas veces me vi de joven haciendo cosas porque tenía ganas. Arreglando ropa para que tuviera otro aire, buscando por horas en el centro la blonda perfecta o el color que quería en tal o cual anilina.
Hoy, con cueva, me compro ropa. Primero los demás.
La vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo...
Los días pasan y la cuenta corriente se va haciendo cada vez más liviana. Pagar crédito, cuentas, supermercado, tratar de hacer algo entretenido con la familia con lo poco que queda y tarjar los días en el calendario como si fuera un reo.
Lo tremendo es que me he dado cuenta que al estar en esta rueda me pierdo cosas maravillosas que pasan a diario y no veo.
El cactus de Tomás poco a poco crece con los cuidados que él le da (es un cactus, no requiere mucho, pero es meritorio que un niño de 5 años se haga cargo de él y todos los días se preocupe)
Tomás salió de prekínder sabiendo leer, escribiendo bastante y hablando algo de inglés (amo su pronunciación y su oído, por fonética, habla muy bien)
El camino hacia mi trabajo está lleno de áreas verdes y de casas preciosas que me maravillan.
El colegio está lleno de pájaros que llenan el aire con sus trinos y durante el invierno nieva al menos 2 o 3 veces dándonos un espectáculo maravilloso.
Cada mañana despierto y puedo besar a mi marido porque, después de 17 años, sigue durmiendo a mi lado.
Sí, la vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo, pero debo decir que, si uno abre los ojos y se detiene a respirar un poco, eso que pasa entre principio y fin de mes es maravilloso...
Me reí con ganas. Yo aún estudiaba y no sabía lo que era pagar cuentas, mantener una casa, pagar colegio, materiales, locomoción y todo lo que implica ser dueña de casa y mamá.
Cuando Tomás nació, soñaba con ser la súper mamá. Esa que te entiende en todo, que tiene paciencia infinita y que puede transformarse en pizza en mitad de la noche si con eso consigue que su hijo esté feliz o deje de llorar.
El tiempo pasó, tuve mi casa, un hijo y las palabras de mi amigo cobraron sentido.
Hoy me doy cuenta que muchas veces estoy contando los días que faltan para que depositen y me organizo en base a las semanas que tengo para gastar.
Que horror...
De la súper mamá quedan muchas ganas. Los fines de semana no descanso nada por estar haciendo cosas en la casa y tratando de compartir con mi hijo, pero la paciencia infinita es una quimera y muchas veces no soy capaz de entender porqué Tomás funciona de una u otra forma.
Tampoco soy la esposa perfecta. Esa de comercial que sonríe eternamente y que tiene su casa impecable y ordenada.
Mi casa luce casi siempre como si algo hubiera explotado dentro o como si un huracán hubiese pasado dejando un desastre a su paso. Y trabajo montones para que no se vea así, pero no siempre me funciona.
La vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo...
Cuántas veces me vi de joven haciendo cosas porque tenía ganas. Arreglando ropa para que tuviera otro aire, buscando por horas en el centro la blonda perfecta o el color que quería en tal o cual anilina.
Hoy, con cueva, me compro ropa. Primero los demás.
La vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo...
Los días pasan y la cuenta corriente se va haciendo cada vez más liviana. Pagar crédito, cuentas, supermercado, tratar de hacer algo entretenido con la familia con lo poco que queda y tarjar los días en el calendario como si fuera un reo.
Lo tremendo es que me he dado cuenta que al estar en esta rueda me pierdo cosas maravillosas que pasan a diario y no veo.
El cactus de Tomás poco a poco crece con los cuidados que él le da (es un cactus, no requiere mucho, pero es meritorio que un niño de 5 años se haga cargo de él y todos los días se preocupe)
Tomás salió de prekínder sabiendo leer, escribiendo bastante y hablando algo de inglés (amo su pronunciación y su oído, por fonética, habla muy bien)
El camino hacia mi trabajo está lleno de áreas verdes y de casas preciosas que me maravillan.
El colegio está lleno de pájaros que llenan el aire con sus trinos y durante el invierno nieva al menos 2 o 3 veces dándonos un espectáculo maravilloso.
Cada mañana despierto y puedo besar a mi marido porque, después de 17 años, sigue durmiendo a mi lado.
Sí, la vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo, pero debo decir que, si uno abre los ojos y se detiene a respirar un poco, eso que pasa entre principio y fin de mes es maravilloso...
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