Verde

Solo un lugar donde se refleja mi ocio...

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Location: santiago, region metropolitana, Chile

Soy trabajadora por obligación y artesana de vocación. Mamá primeriza y esposa regalona. El tiempo me es esquivo muchas veces, pero los viajes en metro y micro me sirven para crear y elaborar las pequeñas cosas de las que se alimenta La tienda de Opito...

Tuesday, October 01, 2019

El refrigerador...

Esta entrada es de agosto del 2005.
Quedó rezagada, por alguna razón,en el borrador yme hizo reir cuando la leí nuevamente, por eso la publico. 
2005. El año que me fui de casa a formar la mía.
Enjoy it!

Cada mujer sabe lo que cuida y porqué lo cuida, eso está claro.
El fin de semana me llegó el refrigerador, lo compramos usado, pero en buen estado, y como es obvio, el flete no estaba incluido en el precio. Terminamos llamando al casero del gas que mi mamá tiene en su casa, ya que se lleva el camión y puede hacer esos pitutos, como la interesada era yo, tuve que llamarlo el Domingo en la mañana para ponernos de acuerdo.
Era un celular, por lo que asumí que era él quien contestaba siempre.

Craso error.

Contestó una "no muy amable señora" que me dijo " ¿y pa que lo querís?" y al explicarle que era para un flete me dijo con voz de mo creerme mucho "ahh, ya, perate un poquito" ( silencio ) "Oyeeeeee, teléfono pa tiiiiiii" y apenas audible un "cuidaíto"
Conversé con el caballero y acordamos la hora, pero no le di la dirección, por lo que volví a llamar al rato después "¿de nueo? ya, perate"

Yo me imginaba al pobre hombre con una cadena y grilletes bajo el mando de esta mujer tremenda y chillona que lo celaba constantemente ( he de decir que él no es un hombre buen mozo, pero su gracia tendrá, por algo la señora salta como canguro si lo llama una mina )
Finalmente fue a la dirección, nos trasladó el refrigerador y quedamos en paz, creo, aunque la próxima vez que necesite algo, lo voy a pensar dos veces antes de llamarlo, no vaya a ser cosa que después se acriminen con él y sea todo culpa mía...

Friday, May 13, 2016

¿Por qué me gustan los superhéroes?

¿Por qué me gustan los superhéroes? En gran medida porque las princesas me rechazaron.

Era chica, no sé si 6 o 7 años, cuando me disfracé de princesa para ir al cumpleaños de un vecino. Una cliente de mi mamá, regia, alta y rubia (una verdadera Barbie ante mis ojos inocentes) se ofreció para maquillarme y peinar los rizos que me había hecho con rollos de papel higiénico, porque no tenía rizador, laca y toda la ilusión de llevar esos bucles como las princesas de los cuentos que me contaban para dormir.

Ella fue sacando los rollos mientras me conversaba sin prestar mucha atención.
-Pero esto no te va a durar nada, tú tienes el pelo chuzo y duro, nada de dócil.

Yo no sabía lo que era dócil, pero entendí que no era bueno y la dejé que siguiera sin quejarme,  sintiendo que yo tenía la culpa.

-No, no hay forma.- El último rollo voló y en mi cabeza había rizos tiesos de laca. Eran parecidos a lo que yo quería, hubiera sido feliz con ellos en el cumpleaños. Sin embargo ella tomó un cepillo y me hizo bajar la cabeza para cepillar desde la nuca.

-La idea es desarmarlos- Decía mientras cepillaba furiosa- para que se vean naturales.

Me dolía cada pasada del cepillo, pero seguía sin quejarme. Mi mamá estaba ocupada atendiendo a la hermana de la señora y ni siquiera estaba pendiente de lo que ella hacía o decía.
-Nooooo, no hay caso, si tu pelo no es dócil, es duro, grueso, no hay forma de que se hagan rulos.
Me miré en el espejo y vi mi pelo liso, opaco por la laca y lleno de estática por el feroz cepillado.

-Además, las princesas no son morenas.-

Quería llorar, pero me aguanté. Por alguna razón sentía que era mi culpa no tener el pelo rubio y dócil y sentí rabia de no ser lo suficientemente linda y clara para ser parte de ese mundo.

Fui al cumpleaños con el pelo liso y opaco. Mi mamá no supo lo que había pasado. Me puso un cintillo y me dijo que me veía preciosa. Yo me sentí fea toda la tarde y me daba lo mismo que el falso se levantase y se me vieran los calzones cuando me sentaba o comer con la mano, total, yo era un embuste, yo no podía ser una princesa.

Veo las fotos hoy en día y aparezco con un cintillo chueco, las mejillas rojas y mal maquilladas, los labios rojos y una expresión de hastío que me hace querer abrazar a esa niñita y explicarle que no hizo nada malo, que su pelo sí era dócil y que aquella señora no tenía idea de cómo tratarla.

Después de esa fiesta, nunca más quise ser princesa ni saber de muñecas Barbie, nada que se pareciera a ese ideal de belleza rubio y blanquito que yo no iba a alcanzar. En lugar de eso me dediqué a subir árboles, pasear por el techo de mi casa, sacar damascos y cerezas de los árboles del patio y paltas y nueces de los del colegio. Me ensucié la cara y la ropa con el polvo y la transpiración, me raspé las rodillas, me pelé los codos y disfruté de cuanto monito animado se me puso al frente.

Así descubrí un mundo nuevo y mucho menos discriminador: Los superhéroes.

Conocí a un niño nerd del que todos se reían que era capaz de escalar paredes y lanzar telarañas.
A un Playboy alcohólico que se metía en un traje para ayudar a los desposeídos.
Un huérfano que se vestía de murciélago para hacer justicia en las calles.
Un boy scout que se ponía los calzoncillos sobre sus lycras y volaba para buscar a los malos
Un príncipe que con un martillo imponía justicia
Un hombre verde que se volvía loco y destrozaba todo a su paso.
Un soldado  congelado por casi 70 años que despertaba y hacía justicia siempre de acuerdo a sus ideales y su honor…

Así puedo seguir enumerando un montón más.

Lo que todos tenían en común, más allá de los súper poderes o de tener plata a raudales era que todos tenían algo que los hacía diferentes y más frágiles. Un nerd, un alcohólico, un huérfano, un rechazado por su familia, un hombre solitario tratando de controlar su carácter y evitando establecer lazos para no dañar a más gente.

Ahí calzaba perfectamente una niñita fea.

Yo tenía la capacidad de escalar árboles y, como era flaquita, de meterme en lugares donde nadie cabía.

Empecé a usar mis habilidades para ayudar a mi familia y a mis pocos amigos.

El tiempo pasó y crecí. El gusto por los superhéroes me quedó, pero porque fui entendiendo que no es necesario tener súper fuerza o la capacidad de volar para hacer algo por los demás. Ya lo dijo Batman: “Un héroe puede ser cualquiera, incluso un hombre que hace algo tan simple y reconfortante como poner un abrigo sobre los hombros de un niño pequeño para hacerle saber que el mundo no había terminado.”

Hoy en día, soy secretaria de un colegio. No es un gran trabajo, no soy alguien importante, pero cada vez que le digo a una niña “apréndase el teléfono de su mamá, porque si lo necesita en una emergencia y está sola, puede llamarla.” Y ella llega días después con los ojos brillantes a decirme “Miss, necesito llamar a mi mamá, ahora me sé el número.”  O simplemente reviso un raspón de rodillas, lo lavo, y consigo que dejen de llorar, sé que hice algo grande. Sé que fui superhéroe por un momento de alguien que me necesitó.

Más aún cuando hago algo por mi hijo.

Cuando eres madre llevas una capa puesta las 24 horas del día y desarrollas súper oído para escucharlo toser en la noche; súper visión para encontrar los juguetes perdidos; mega resistencia para pasar 2 o 3 noches en vela y seguir trabajando; súper fuerza para cargarlo cuando se duerme aunque ya no des más de cansancio; 6° sentido para adivinar una fiebre o una pena que se muestra a través de una rabieta…

En fin. Nunca fui una princesa y estoy agradecida por eso. Hoy soy un súper héroe y puedo hacer mucho más.


Mi debilidad, como en todos los demás casos, también la guardo y la protejo. Porque esa niñita fea se quedó viviendo conmigo y aparece en los momentos menos indicados, dejándome expuesta y sin mis poderes por momentos, pero es algo con lo que puedo seguir viviendo...

Friday, April 08, 2016

Sigue sin gustarme el Jazz...

Hace varios años publiqué una entrada que cada cierto tiempo vuelve a tener comentarios: No me gusta el Jazz 

He tenido comentarios a favor y en contra, pero todos muy respetuosos y con puntos de vista absolutamente válidos que me han hecho volver a escuchar para tratar de convencerme.

Escuché maravillas, como Ella Fitzgerald o Louis Amstrong. Nombres que, curiosamente, conocía, pero no había asociado a esta corriente. (sí, lo sé, de lesa no más)

Sigue sin gustarme esa música llena de pseudo creativos que solo quieren demostrar que son capaces de ser más rápidos que paganini y más complejos que Stephen Hawking, pero hubo otras cosas muy interesantes que me tocaron la fibra por todo lo que transmitían. Hicieron funcionar mi pielómetro.

Por esto quiero dar las gracias a todos los que opinaron sin tratar de cambiarme. Gracias por respetar y aceptar que no me gusta. Gracias por mostrarme otras opciones sin tratar de forzarme y por enseñarme, de paso, nuevas cosas para escuchar.

El mundo debiera tener más gente así.

A diferencia de Twitter y Facebook, una vez más compruebo que Blogger sigue siendo un ambiente más amable y a la antigua, con gente que quiere compartir y conocer y no solo atacar y ser famoso.

Friday, May 08, 2015

Mamá...

Mamá.

Un estado, una forma de vida, una multiprofesión.

Mamá.

Palabra universal que define a la misma persona, en distintas circunstancias.

Da lo mismo el país donde estés. Siempre son 2 sílabas, siempre acompañadas de una m y tienen el mágico poder de llamar al ser más importante de tu vida.

Mamá.

Por lo general, la primera palabra que decimos y la que repetimos aún siendo viejos cuando ella ya no está y necesitamos fortaleza.

Mamá.

El gran amor de tu niñez, la cura de todos tus dolores.

Mamá.

La que no ha sabido entenderme, pero me quiere de todas formas.
Yo también te quiero y admiro tu fortaleza, Mamá.



Monday, January 12, 2015

Qué es la vida...

Hace mucho escuché a un amigo que decía: "La vida es lo que te pasa entre sueldo y sueldo"
Me reí con ganas. Yo aún estudiaba y no sabía lo que era pagar cuentas, mantener una casa, pagar colegio, materiales, locomoción y todo lo que implica ser dueña de casa y mamá.

Cuando Tomás nació, soñaba con ser la súper mamá. Esa que te entiende en todo, que tiene paciencia infinita y que puede transformarse en pizza en mitad de la noche si con eso consigue que su hijo esté feliz o deje de llorar.

El tiempo pasó, tuve mi casa, un hijo y las palabras de mi amigo cobraron sentido.

Hoy me doy cuenta que muchas veces estoy contando los días que faltan para que depositen y me organizo en base a las semanas que tengo para gastar.

Que horror... 

De la súper mamá quedan muchas ganas. Los fines de semana no descanso nada por estar haciendo cosas en la casa y tratando de compartir con mi hijo, pero la paciencia infinita es una quimera y muchas veces no soy capaz de entender porqué Tomás funciona de una u otra forma.

Tampoco soy la esposa perfecta. Esa de comercial que sonríe eternamente y que tiene su casa impecable y ordenada. 

Mi casa luce casi siempre como si algo hubiera explotado dentro o como si un huracán hubiese pasado dejando un desastre a su paso. Y trabajo montones para que no se vea así, pero no siempre me funciona.

La vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo...

Cuántas veces me vi de joven haciendo cosas porque tenía ganas. Arreglando ropa para que tuviera otro aire, buscando por horas en el centro la blonda perfecta o el color que quería en tal o cual anilina.

Hoy, con cueva, me compro ropa. Primero los demás.

La vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo...

Los días pasan y la cuenta corriente se va haciendo cada vez más liviana. Pagar crédito, cuentas, supermercado, tratar de hacer algo entretenido con la familia con lo poco que queda y tarjar los días en el calendario como si fuera un reo.

Lo tremendo es que me he dado cuenta que al estar en esta rueda me pierdo cosas maravillosas que pasan a diario y no veo.

El cactus de Tomás poco a poco crece con los cuidados que él le da (es un cactus, no requiere mucho, pero es meritorio que un niño de 5 años se haga cargo de él y todos los días se preocupe)

Tomás salió de prekínder sabiendo leer, escribiendo bastante y hablando algo de inglés (amo su pronunciación y su oído, por fonética, habla muy bien)

El camino hacia mi trabajo está lleno de áreas verdes y de casas preciosas que me maravillan.

El colegio está lleno de pájaros que llenan el aire con sus trinos y durante el invierno nieva al menos 2 o 3 veces dándonos un espectáculo maravilloso.

Cada mañana despierto y puedo besar a mi marido porque, después de 17 años, sigue durmiendo a mi lado.

Sí, la vida es lo que pasa entre sueldo y sueldo, pero debo decir que, si uno abre los ojos y se detiene a respirar un poco, eso que pasa entre principio y fin de mes es maravilloso...


Thursday, June 21, 2012

Jardín Infantil...


Mi hijo entró al jardín infantil.

Como la situación económica que pasamos es comparable a un pasillo un tanto estrecho en el que podemos movernos pero no abrir los brazos, decidimos ponerlo en un jardín infantil de la Fundación Integra, que lo recibía y no teníamos que pagar matrícula ni mensualidades. Dos meses duró esa aventura.

Todo partió de maravillas, el jardín era como los colegios de los 80: Mucho cemento pintado de colores, tierra y salas espaciosas que se notaba que en invierno podían ser MUY frías.

Al pasar un mes, Tomás ya no quería ir y estaba agresivo. "Mucho regaloneo", "Es que es hijo único y no puede aceptar no ser el centro del universo", "Tiene que acostumbrarse, en el colegio también va a haber muchos niños" fueron frases que escuché de muchas partes y que trataban de tranquilizarme por las constantes negativas y llantos de mi hijo.

Nunca hizo un gran escándalo. Siempre aceptó resignado el ir al jardín y solo lloraba un poco cuando lo dejaba mi marido en la sala. Aunque, durante el rato que él lo acompañaba, le preguntaba cada cierto rato con ansiedad "¿Me vas a dejar solo?".
Los últimos días que asistió a ese jardín, fui yo a dejarlo. 

No me soltaba la mano y sonreía nervioso, suplicando con sus ojitos que no me fuera, haciendo un puchero y tratando de no llorar cuando yo me despedía, siendo un hombrecito y quedándose donde la mamá lo había dejado. Sin embargo, yo me iba con el corazón apretado y sintiendo que no estaba protegiendo lo más importante de mi vida.

Entonces empezó a hacerse pipí.

El primer día solo 2 veces, el segundo 5 y el tercero ya no pudimos llevar la cuenta. 
Al entregarlo, la tía le dijo a mi mamá: El niño está enfermo, tiene moquitos y se ha hecho todo el día.

Mi mamá se lo llevó y con Eddie decidimos que no iba a volver.

Con amor y paciencia empezamos a preguntarle qué había pasado. Dos semanas lo mantuvimos sin pañales hasta que asumimos que lo mejor era ponérselos para no estresarlo al forzarlo a ir al baño para que no se mojara.

Buscamos un nuevo jardín y decidimos ponerlo donde estaban sus amigos de la sala cuna. Después de mucho preguntar y aguantar la angustia, me contó que una de las tías le había pegado.
Se me vino el mundo abajo. 

Me sentí mala mamá porque no vi las señales evidentes de que algo le pasaba. Me sentí mala mamá porque no fui capaz de leer en sus ojitos lo que me decía sin hablar y porque lo hice estar donde no quería por no tener que inventar la plata a fin de mes.

Pensé en todas las mamás que tienen hijos abusados. Si yo sentí todo eso porque alguien le pegó un palmazo a mi hijo, que deben sentir ellos cuando se dan cuenta que alguien le robó la inocencia a su hijo, cuando se dan cuenta de que quien tenía que cuidarlo en realidad lo usó para satisfacer sus necesidades enfermas.

Nunca más. 

Ahora estamos inventando la forma de pagar, mes a mes, el jardín nuevo de Tomás. Conseguí un subsidio que nos alivia un poco la cuota y el resto... bueno, siempre alcanza. Lo importante, es que está feliz. De hecho hoy, le tomó la mano a la tía, miró a su papá y le dijo "chao" sin siquiera mostrar desconfianza o pena. Eso es absolutamente impagable...

Monday, April 02, 2012

El metro...

Hoy me pasó algo que nunca había vivido.
Subí al metro en Tobalaba, apretada, acalorada, empujada y llevada por la multitud que trataba de hacer lo mismo que yo: Entrar.
Conseguí ponerme en el pasillo con mi crochet y mi estambre y empecé a tejer para olvidarme de todo lo que me rodeaba y tener un par de minutos de paz. Al avanzar el tren y doblar, tuve que dejar todo de lado para no caer y, en ese momento, veo una gran sonrisa frente a mí y unos ojos azules que con ternura me miraban. "Por favor siéntate" un Caballero (sí, con mayúscula) algo mayor que con mucha amabilidad me invitó a tomar su asiento y yo, cortada, le dije que no se preocupara porque bajaba luego ( de Tobalaba a Salvador solo hay 4 estaciones). Sin embargo, insistió con un argumento que no pude rebatir: "Por favor siéntate, para que tejas tranquila, es tan poca la gente que lo hace y es tan linda la labor que estás haciendo." Me senté dándole las gracias y sintiendo, por primera vez, que alguien valoraba lo que estaba haciendo. Ya no era la mina perdida en medio de esa vorágine que esgrimía su crochet casi como un bastión de libertad que nadie entendía, alguien validaba lo que hacía y lo encontraba tan importante, que me cedió su asiento para que tuviera más comodidad para trabajar.
Este Caballero no tiene idea de lo importante que fue para mí ese gesto. Aunque le di las gracias al sentarme y cuando iba a bajarme, no creo que sepa que en ese agradecimiento iba mucho más que las gracias por el lugar, era el agradecimiento por validar una labor perdida, por valorar algo que para muchos es un estorbo y por darle dignidad a todas las que cada mañana llevamos nuestro crochet o nuestros palillos para hacer más ameno el paso por el metro.