Imposible abstraerse de la noticia que tiene al mundo con los ojos en nuestro largo y angosto país.

En pocas horas comenzarán a salir los mineros desde su refugio a 700 metros de profundidad y todos estaremos mirando la televisión.

Han sido 69 días de espera. Tiempo en el cual a diario se ha informado los avances y cada cosa que se ha hecho con cada uno de los 33.

Todos les llaman Héroes y yo no entiendo esta tradición arraigada en nuestra cultura de llamar héroes a las víctimas. Lo mismo pasó en Antuco. Pobres chicos, apenas dejaban de ser niños cuando partieron y todos los llamaron héroes, quizás para aplacar el dolor de un absurdo que nunca debió ser.

En el caso de los mineros, la historia tuvo, hasta ahora, un final feliz.

Volverán a encontrarse con sus familias, verán a sus hijos y sonreirán mientras tratan de retomar una vida normal.

Son héroes, es verdad. Héroes porque supieron sobrevivir 12 días solo con atún y algo de leche. Héroes porque se han mostrado enteros frente a una situación crítica que no es comparable a nada que hayan vivido o que podrían llegar a vivir.

Sin embargo, no son héroes por estar ahí atrapados, como nos han querido hacer creer. Son víctimas de la indolencia de quienes realmente ganan con la explotación de la mina San José, víctimas de los descuidos voluntarios de los dueños de la veta para poder ahorrar dinero.

No les llamemos héroes como si lo fueran adrede, no perdamos la perspectiva. Son héroes circunstanciales, pero siguen siendo victimas, aunque los dueños de la mina y la prensa nos quieran hacer creer lo contrario...