Verde

Solo un lugar donde se refleja mi ocio...

My Photo
Name:
Location: santiago, region metropolitana, Chile

Soy trabajadora por obligación y artesana de vocación. Mamá primeriza y esposa regalona. El tiempo me es esquivo muchas veces, pero los viajes en metro y micro me sirven para crear y elaborar las pequeñas cosas de las que se alimenta La tienda de Opito...

Thursday, June 21, 2012

Jardín Infantil...


Mi hijo entró al jardín infantil.

Como la situación económica que pasamos es comparable a un pasillo un tanto estrecho en el que podemos movernos pero no abrir los brazos, decidimos ponerlo en un jardín infantil de la Fundación Integra, que lo recibía y no teníamos que pagar matrícula ni mensualidades. Dos meses duró esa aventura.

Todo partió de maravillas, el jardín era como los colegios de los 80: Mucho cemento pintado de colores, tierra y salas espaciosas que se notaba que en invierno podían ser MUY frías.

Al pasar un mes, Tomás ya no quería ir y estaba agresivo. "Mucho regaloneo", "Es que es hijo único y no puede aceptar no ser el centro del universo", "Tiene que acostumbrarse, en el colegio también va a haber muchos niños" fueron frases que escuché de muchas partes y que trataban de tranquilizarme por las constantes negativas y llantos de mi hijo.

Nunca hizo un gran escándalo. Siempre aceptó resignado el ir al jardín y solo lloraba un poco cuando lo dejaba mi marido en la sala. Aunque, durante el rato que él lo acompañaba, le preguntaba cada cierto rato con ansiedad "¿Me vas a dejar solo?".
Los últimos días que asistió a ese jardín, fui yo a dejarlo. 

No me soltaba la mano y sonreía nervioso, suplicando con sus ojitos que no me fuera, haciendo un puchero y tratando de no llorar cuando yo me despedía, siendo un hombrecito y quedándose donde la mamá lo había dejado. Sin embargo, yo me iba con el corazón apretado y sintiendo que no estaba protegiendo lo más importante de mi vida.

Entonces empezó a hacerse pipí.

El primer día solo 2 veces, el segundo 5 y el tercero ya no pudimos llevar la cuenta. 
Al entregarlo, la tía le dijo a mi mamá: El niño está enfermo, tiene moquitos y se ha hecho todo el día.

Mi mamá se lo llevó y con Eddie decidimos que no iba a volver.

Con amor y paciencia empezamos a preguntarle qué había pasado. Dos semanas lo mantuvimos sin pañales hasta que asumimos que lo mejor era ponérselos para no estresarlo al forzarlo a ir al baño para que no se mojara.

Buscamos un nuevo jardín y decidimos ponerlo donde estaban sus amigos de la sala cuna. Después de mucho preguntar y aguantar la angustia, me contó que una de las tías le había pegado.
Se me vino el mundo abajo. 

Me sentí mala mamá porque no vi las señales evidentes de que algo le pasaba. Me sentí mala mamá porque no fui capaz de leer en sus ojitos lo que me decía sin hablar y porque lo hice estar donde no quería por no tener que inventar la plata a fin de mes.

Pensé en todas las mamás que tienen hijos abusados. Si yo sentí todo eso porque alguien le pegó un palmazo a mi hijo, que deben sentir ellos cuando se dan cuenta que alguien le robó la inocencia a su hijo, cuando se dan cuenta de que quien tenía que cuidarlo en realidad lo usó para satisfacer sus necesidades enfermas.

Nunca más. 

Ahora estamos inventando la forma de pagar, mes a mes, el jardín nuevo de Tomás. Conseguí un subsidio que nos alivia un poco la cuota y el resto... bueno, siempre alcanza. Lo importante, es que está feliz. De hecho hoy, le tomó la mano a la tía, miró a su papá y le dijo "chao" sin siquiera mostrar desconfianza o pena. Eso es absolutamente impagable...