- Tengo miedo.
- tranquila no va a pasarte nada, no voy a hacerte nada que tú no quieras.
- ¿Seguro?
- Completamente.
- El maestro de autocontrol...
- acerca tu cabeza a mi pecho..si, así... ¿lo escuchas?... ¿crees que un corazón controlado palpita de esa manera?
- ¿ Y por qué tanta ansiedad? si apenas me conoces.
- Creo que por lo mismo, tú me cohibes...
- Mentiroso, tú no eres así, tú eres tan egoista que solo piensas en tu libertad y tu propia felicidad, yo solo soy parte de esa búqueda.
- Eso me dolió.
- ¿Acaso algo puede herirte?
- a veces me pasa, cuando estoy desprevenido, eres un pequeño monstruo...te veías tan inocente.
- Lo soy.
- Ahora la mentirosa eres tú.
- Jajaja, sí, nos mentimos mutuamente, ¿ qué hacemos aquí ?
- No lo sé, yo vivo acá.
- Yo no, creo que llegué por accidente.
- ¿Cómo llegaste?
- Estaba sentada en el borde, y solo me dejé caer, después estaba entre tus brazos.
- ¿Te gusta estar así?
- Si, pero estaría más cómoda si pudiera recordar como es que llegué y quien eres tú.
- ¿Acaso importa quién soy?
- En estas circunstancias, creo que importa poco... ¿Hace cuánto que estás acá?
- No lo sé, solo estoy acá.
- Me voy.
- No puedes.
- ¿Por qué?
- El inspector aún no ha pasado, cuando llegue y revise tu pasaje podrán destinarte.
- ¿Dónde?
- No lo sé.
- Entonces es mejor que me beses, porque no quiero dejarte sin haberlo hecho.
Se besaron largamente en aquel andén, mientras esperaban al inspector. Lejos, en la estación, con asco terminaban de limpiar.
No tengo claro que fue lo que me impulsó a escribir este cuento, no sé si definirlo así siquiera.
Tiene tiempo ya guardado en el baúl de mis recuerdos y ahora aprovecho de sacarlo a la luz, para que respire algo de aire fresco...
Algo que a mi, en este momento, me hace mucha falta...