Tatita Dios, protege a Tomás...
La madrugada del sábado 27 de febrero estaba dándole pecho a mi hijo, tratando de no dormirme y con la televisión prendida.
Ya TVN había cesado sus transmisiones y se veía la programación del día siguiente repitiéndose una y otra vez.
Cabeceaba cuando vi a Eddie parado en la puerta de la pieza preguntando si dormía.
No.- le contesté- Por favor párese, está temblando.
Me levanté con Tomás en brazos y en el pasillo me volví porque pensé en una manta para que no se enfriara antes de pararme en la puerta de entrada del departamento.
Lo tapé y caminé hacia la puerta mientras todo se movía como si fuera un canasto.
Hasta ese minuto teníamos luz y el movimiento te dejaba estar de pie, nunca pensé que iba a ser más fuerte.
Me apoyé en el marco de la puerta y Eddie se paró al lado mío afirmándose del mismo.
En ese minuto la tierra nos azotó con su movimiento.
La luz parpadeó dos veces y quedamos a oscuras. Los gritos de pavor de las vecinas se escuchaban como si estuviesen a nuestro lado y Tomás miraba con curiosidad hacia atrás tratando de ver a quien metía tanto ruido.
Yo me mantuve en silencio para no traspasarle mis emociones y sentía que estaba en medio de una película. Lo que estaba pasando no podía ser real.
Veía las explosiones de los condensadores y unas bolas azules en el cielo que por un momento me hicieron pensar que las naves extraterrestres habían llegado finalmente.
No podía hablar, tampoco moverme, solo pensaba que tenía que terminar.
Fue ahí cuando el terremoto alcanzó su mayor fuerza y Eddie dijo bajito "Conchesumadre... Tatita Dios, protege a Tomás!" Yo repetí "Por favor, protege a Tomás, nosotros no importamos, solo cuídalo a él."
Cubrí a Tomás con mi cuerpo y Eddie me cubrió a mí. Entonces solo le dije "Ñañor, abrázame" porque pensé, en ese momento, que todo se venía abajo y era el final de nuestra vida.
Tras largos segundos la tierra dejó de moverse.
Cuando levanté la cabeza el gomero que había en la muralla del edificio de al frente se había venido abajo y estaba casi bloqueando nuestra entrada. Se escuchaba a los vecinos y el conserje preguntar como estábamos y si había heridos.
Todo estaba a oscuras y revisar el departamento era muy difícil. Solo alcanzamos a ver que nuestro televisor se había suicidado y que, por milagro, no habíamos perdido la loza ni las botellas que había sobre el refrigerador.
Al poco rato vino a buscarnos mi mamá con mi hermano y nos llevaron a la casa de mis suegros para que no nos quedáramos solos. No pudimos negarnos, no teníamos luz ni agua.
Vivimos con ellos por 17 días y en ese tiempo nos enteramos de la magnitud de la tragedia.
Ahora, a 7 meses del terremoto puedo escribir lo que pasó esa noche sin que se me paren los pelos. Tuve que alargar mis post natal porque cada noche soñaba que temblaba y no quería poner a Tomás en una sala cuna, el miedo me ganaba. Hoy ya estoy más tranquila y casi no sueño con la tierra moviéndose. Sin embargo, el temblor de hoy me recordó que la tierra está viva y que no podemos hacer nada para controlarla....