Aguas negras...
Siempre le he tenido miedo al mar.
Para mí, tiene una hermosura que roza en lo siniestro. De día se ve calmo, y esconde bajo esa calma, corrientes que pueden llevarte muy lejos, tan lejos para no volver.
Lo he visto de noche y le he oído susurrar, un enorme muro negro, una puerta hacia la nada que refleja luces que no existen y se llena de espumas que acarician las rocas y la arena.
La primera noche fuimos a caminar y sentí aquel temor que no puedo evitar y que siento desde que tengo uso de razón, al acercarme al borde costero. Sentía el susurro como un llamado, voz que me llenaba de una fascinación inquietante y me quedé quieta, extasiada, como un ratón perdido en los ojos de una serpiente.
Miraba hacia el fondo y veía un muro negro, negro el cielo reflejado en el agua, solo la nada para mis ojos.Y en medio de ese vacío una luz, una luz que, en medio de aquello, se veía como una suave gasa, flotando a la deriva.
No pudimos averiguar de dónde venía la luz (quizás reflejo de una ausente luna o fluorescencia de los seres que habitan en el agua) y se desvaneció al poco rato.
Sin embargo, la imagen de esa noche me da vueltas en la cabeza, la de aquellas aguas negras, susurrando sus secretos y aquel fantasma flotante que bailaba al son de una melodía sorda...
Insisto, por algo me da miedo el mar...