Póngale una cinta linda, por favor...

Crecer, un proceso que nunca termina.

Partimos como dos adolescentes que escuchaban música sentados en el living de la casa de los papás. 

Cuando decidimos empezar a pololear tampoco eramos un ejemplo de madurez, pero fuimos aprendiendo el uno del otro hasta que dimos un nuevo paso: Vivir juntos.

Solo en eso estuvimos por 3 años, hasta el 25 de enero, fecha en que nos enteramos que estabas ahí y en ese mismo momento comenzó a darse vuelta nuestra vida.

Eres aún muy chiquito para sentirte, pero ya mi cuerpo está cambiando y constantemente pienso en muchas cosas que antes no me importaban. Lo mismo le pasa a tu papá, quien está feliz, nervioso, estresado y maravillado con los cambios y con la forma que va tomando mi pancita.

Cuando te vimos por primera vez eras solo un pirigüín, un porotito con cola que descansaba mientras tu corazón latía acelerado para darte la energía que necesitabas para crecer. 

Ahora, en la segunda ecografía, ya no había colita y te chupaste el dedo moviendo tu cabecita para hacerle una gracia a tus papás.

Ha sido un proceso impresionante. Rápido y eterno a la vez. Lleno de ilusiones, alegría, algunos miedos y mucho cambio de carácter, esto por las hormonas que están de fiesta dentro de mí.

Sé que a tu papá le cuesta entender lo que me pasa y no lo culpo. Ando más saltona, las cosas me duelen y molestan más y a veces me enojo por cosas que antes me daban lo mismo. Veo en su cara la confusión y a veces no sé como explicarle lo que me pasa dentro.

Apenas tengo cabeza para dimensionar lo que se nos viene. Solo puedo pensar que va a ser maravilloso y no me atreví a hablarlo antes por miedo a tantas cosas....

Te esperamos con ansias, con las mismas que esperábamos la noche de navidad cuando éramos niños. Con la misma ilusión que nos llenaba mientras rompíamos los papeles buscando lo que había dentro. Solo que esta vez hay una diferencia:

La caja soy yo y tú eres el regalo...